George Herriman (1880-1944) alcanzó fama con una tira marginal, sin título, que iba al pie de su serie The Family Upstairs o The Dingbat Family, como se denominaría después. La tira, que llegaría a ser independiente, se denominó Krazy Kat, teniendo luego su plancha dominical. Sin abandonar un dibujo minimalista y un ambiente surrealista, mezcla la lógica más coherente con una sinrazón fantasiosa, en un paisaje que cambia de viñeta a viñeta sin motivo alguno. El trío protagonista son un ratón agresivo, una gata, o gato que nunca queda claro, perpetuamente enamorada/o de su pillo maltratador y un policía de carácter simple y paternalista que intenta proteger al minino, del que también está enamorado en secreto. Esta trama enrevesada y surrealista logró subsistir gracias al empeño del editor Hearst, que estaba encantado con ella.
En un principio los periódicos mantenían su propia plantilla de dibujantes, lo cual limitaba el fenómeno a las grandes ciudades. Los más importantes vendían los derechos de reproducción a los periódicos más pequeños que no competían con ellos. Para la distribución eficiente habían nacido los Syndicatesque se encargaron de suministrar chistes y producciones gráficas desde mediados del siglo XIX a los periódicos rurales. A pesar del nombre de sindicatosse trataba de agrupaciones dirigidas por empresarios que contrataban a los dibujantes como trabajadores asalariados. Por este camino llegaron, primero los gag-panel y luego los comics, a distribuirse por todo el país, popularizando el género y consiguiendo el fortalecimiento de estas “agrupaciones sindicales”, que terminaron por ser los únicos agentes de distribución de las series de cómic para la prensa. Los más importantes fueron el King Features Syndicate y el United Feature Syndicate, que proceden de fusiones de anteriores Syndicates y eran controlados por los magnates de la prensa como Randolph Hearst.
Pero entre los creadores que asentaron el lenguaje hubo más paja que grano. La unión de magníficos dibujantes, muchas veces excelentes narradores gráficos, con guionistas, las más de las veces de escasa capacidad intelectual, junto a las limitaciones del género (intentar no ofender a los lectores, pretensión de vender periódicos…) dieron como resultado series de entretenimiento sin pretensiones y con muy pocos logros artísticos.
En las décadas de los años diez y veinte los cómics generalizaron la continuidad narrativa, es decir el “continuará” de día a día y semana a semana. Las series se diversificaron creando géneros de testimonio cotidiano, que cristalizaron en los años veinte, dominando el punto de vista humorístico y la caricatura. Los temas eran la familia, los niños traviesos, animales humanizados, series “de chica” o de individuos marginados. Hay que citar, al menos, las más famosas: The Katzenjammer Kids, de H.H. Knerr; Blondie, de Chic Young; Thimble Theatre, de E.C. Segar, del cual nacería el famoso Popeye; Flahs Gordon, de Alex Raymod; Polly and Her Pals, de Cliff Sterret; Little Orphan Annie, de Harold Gray, Li’l Abner de Al Capp…
La depresión económica de los años treinta, que generó legiones de parados, sumada al gansterismo proveniente de la Ley Seca, multiplicó el crimen organizado. La violencia, la inseguridad y el asesinato prosperaron tanto que surgieron héroes implacables, cuyo precursor fue Dick Tracy, de Chester Gould. Las historias de continuidad fueron reinas en los años treinta y produjeron el desarrollo de las series de aventuras, siendo pionero Roy Crane (1901-1977) con el Captain Easy. Luego llegó la avalancha de héroes, siendo los más conocidos Prince Valiant y Tarzan, de Hal Foster o Bucks Rogers, de Dick Calkins. También proliferaron detectives, aviadores, ciencia ficción, far west y superhéroes. Éstos últimos en un principio sin poderes extraordinarios (The Phanton o Mandrake) y a partir de Superman, con la proliferación de toda clase de extrapoderes pseudocientíficos. La continuidad pervivió hasta que en la década de los años cincuenta crecieron las tiras de gag diario. Durante la II Guerra Mundial las series se hicieron más realistas e implicaron a los personajes en la contienda, la más famosa fue Terry and The Pirates, de Milton Caniff. Después de la contienda las series de humor dejaron de ser divertidas y las de aventuras perdieron su espíritu tras una catástrofe que dejó más de treinta millones de muertos e infinitos sufrimientos. Entonces florecieron series que pretendían reflejar situaciones realistas: Brenda Starr, Rex Morgan, Mary Worth, Juliet Jones, On Stage, Rip Kirby, Casey Roggles, Cisco Kid…