Cristóbal Medina

La última guerra

FECHA

La guerra es el fracaso de la humanidad. Y llevamos fracasando siglos, milenios. Tal vez estemos en el momento en el que la guerra ponga fin a la civilización y a la raza humana. Tal vez. Sin duda, el planeta, que no solo lo poblamos los seres (ir)racionales, se beneficiará con nuestra extinción.

En mi primera adolescencia, cuando comencé a tener ideas propias, me di cuenta de que la vida apacible en paz no era la pauta general de la historia. Supe de la reciente guerra civil, de las dos guerras mundiales y de la del Vietnam en la que entonces estábamos inmersos. Deseé en lo más profundo de mi ser que mi vida transcurriera sin pasar de cerca por ninguna de esas catástrofes.

En mi segunda adolescencia, o juventud, mis reflexiones me llevaron a no comprender que hubiera quién deseara iniciar una guerra. Nunca hay motivos ni razones suficientes. Mi pensamiento llegó a una militancia pacifista exacerbada, considerando a la profesión militar como criminal. Pero entonces me llegó mi llamamiento a quintas y tuve que incorporarme al ejército en abril de 1981, poco después del golpe de estado de febrero de ese año.

Se me pasó por la cabeza ser insumiso, entonces no existía aún la objeción de conciencia. Pero bien sabía que eso me llevaría directo a un calabozo, a pasar la mili preso, además de que me cerraría las puertas para encontrar trabajo en la administración del Estado, del cual he vivido con posterioridad. Fui cobarde entonces y admiro a quienes sí dieron ese paso.

Pensé que si el golpe de Estado del 81 hubiera iniciado una guerra como la del 36 me habrían puesto un fusil en la mano, lo cual me llevaría a ser un peón más en otra absurda guerra. Cuando el azar me cambió el CETME por una corneta, obtuve la pírrica victoria de no llevar un arma de la mano en todos los meses de mili. Excepto en los del campamento, en los que me enseñaron a disparar, me hicieron tirar una granada detrás de un montón de tierra y me explicaron cómo utilizar la bayoneta en un cuerpo a cuerpo. Había que empujar en horizontal y desgarrar la tripa del desgraciado que tuviera delante. Bonita profesión.

Cuando me licenciaron fue uno de los días más felices de mi vida. Por fin había acabado aquella pérdida de tiempo, que era lo más repetido entre todos los que pasábamos por las manos de unos suboficiales vagos y borrachos. Pisé la cartilla, «la blanca» la llamábamos, y dejé la huella de mi bota marcada en la portada. Luego me asusté, pues debía pasar periódicamente por el Gobierno Militar, para que me la sellaran, hasta la licencia definitiva cuando cumpliera los 37 años. Deseé que el tiempo pasara rápido y alcanzar esa edad, para, si comenzaba alguna guerra, no tener que implicarme en ella. Gilipollas, hoy en día las guerras no solo las sufren los soldados.

Con mis sesenta años cumplidos, todas las guerras que ha habido me han pillado lejos: Malvinas, Bosnia, Siria, Afganistán o Irak. Ahora parece que estamos en una que puede llegar a la puerta de casa con un desastre nuclear. Y ¿quién obtiene beneficio de ella? ¿Qué pretendía el demente de Putin invadiendo Ucrania? ¿Solo su gloria personal o la felicidad de los ucranianos liberados del yugo de Zelenski? ¿Qué pretende Zelenski defendiendo la independencia de su país a cambio del sufrimiento y la muerte de sus compatriotas?

Es difícil tomar la decisión de no enfrentarse a un invasor. Pero la historia nos ha enseñado que se puede afrontar un conflicto por el método Gandhi con más garantías de éxito que con el método palestino. Y que conste que pongo estos ejemplos dejando por sentado que Zelenski tiene razón, al igual que la tienen los palestinos y la tuvo Mahatma Gandhi.

Desarrollando una guerra, nadie gana, todos pierden: los que son derrotados y los que vencen. Zelenski perderá, aunque gane la última batalla. Pues no podrá devolver la vida a miles de sus conciudadanos ni podrá hacer que olviden el horror que soportaron los supervivientes. Su país quedará destruido desde sus cimientos y las heridas abiertas nunca se cerrarán.

Pero ¡qué tonterías digo!, ¿no? Tal vez se solucione todo con un fallo en los dispositivos nucleares y desaparezca de la faz de la tierra esta inhumana humanidad.

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