El pasado 21 de marzo se celebró el Día Mundial de la
Poesía, con el lema: La poesía es un arma cargada de futuro. Me
invitaron a realizar el Pórtico a dicho acto, en el que participaron con sus
versos 12 poetas; estuvo organizado por José María Muñoz Quirós y presentado
por José Pulido. La música corrió a cargo del Trío Terpsícore Ensamble (piano,
clarinete y violín). Este es el texto que redacté y leí:
Un arma es un instrumento con capacidad de matar, dedicado a
acometer o a defenderse. Pero si, en lugar de con proyectiles, lo cargamos de
futuro, no servirá para dañar a nadie, pues el futuro no existe, no tiene
sustancia aún. El futuro lo construimos proyectando imágenes del presente, y la
poesía son imágenes.
Lo que ocurrió en la denominada Revolución de los Claveles,
en Lisboa, el 25 de abril de 1974, cuando los soldados pusieron una flor en sus
fusiles, constituyó una acción poética y, sin duda, cambió el futuro; dio un
golpe de timón a la autocracia portuguesa, convirtiendo el país en un estado
democrático y de derecho.
La poesía social, de mediados del siglo pasado, fue
una ardorosa reacción a la situación política del momento, caracterizada por el
escepticismo y la crisis. El verso se hace libre, como símbolo de la libertad
que buscaron los poetas, librándose de la métrica y de la rima, en un intento
de romper todas las cadenas.
¿De dónde saldrá el martillo / verdugo de esta cadena?,
se preguntó Miguel Hernández en el poema del niño yuntero. El poeta de
Orihuela, se sintió representante de los oprimidos y así gritó: Vientos del
pueblo me llevan, / vientos del pueblo me arrastran, / me esparcen el corazón /
y me aventan la garganta.
Blas de Otero evolucionó desde una espiritualidad
atormentada a la poesía social, y lo hizo simplemente cambiando la voz,
abandonando el yo, para pasar al nosotros, en busca de la
solidaridad: Escribo / en defensa del reino / del hombre y su justicia. Pido
/ la paz / y la palabra.
Gloria Fuertes también entiende la poesía como agente
transformador: Poetas, no perdamos el tiempo, / trabajemos, que al corazón
le llega poca sangre. Sabe que las palabras son armas cargadas y que a
través de la poesía podemos lograr que no ocurra lo inexorable, que el futuro
sea distinto: Yo aseguro / con emoción / que en un próximo futuro / sólo
habrá pobres de vocación.
Para José Hierro la poesía era inclasificable, así dijo: «No
distingo entre poesía social u otra poesía, porque no sé muy bien lo que es la
poesía. Sólo sé que me sirve para decir lo que no se puede decir».
Entiende, pues, que la poesía aporta la capacidad de expresar lo inefable, que
es aquello que no puede decirse con palabras. Y, sin embargo, para hacer poesía
se emplean palabras.
Así es la poesía, es algo necesario como el aire que
exigimos trece veces por minuto, según Gabriel Celaya. En Cantos iberos,
reivindica utilizar la poesía como un arma: Porque vivimos a golpes, porque
apenas si nos dejan / decir que somos quien somos, / nuestros cantares no
pueden ser sin pecado un adorno. A este poema lo tituló: La poesía es un
arma cargada de futuro, ya que no entendía el arte más que como un
instrumento para transformar el mundo: Tal es mi poesía: poesía-herramienta
/ a la vez que latido de lo unánime y ciego. / Tal es, arma cargada de futuro
expansivo / con que te apunto al pecho.
Para ello utiliza lo que denomina un verso martilleante, de
diversas métricas, que pretende golpear, abrir los ojos del lector e incluso
molestarle, con intención de hacerle reaccionar: Maldigo la poesía concebida
como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se
desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta
mancharse.
La poesía-herramienta pretende cambiar el mundo, denunciar
la realidad y concienciar de la injusticia social. La poesía comprometida ha de
ser inteligente, pues se enfrenta a la censura; y la burla, claro, porque el
opresor carece de esa inteligencia.
Y porque la poesía es arte y el arte es contradictorio,
decía Celaya que la poesía no es un bello producto. / No es un fruto
perfecto. / Es algo como el aire que todos respiramos / y es el canto que
espacia cuanto dentro llevamos.
No es necesario cargarnos de argumentos para defender la
utilidad de la poesía, pues para los que disfrutamos con la belleza, nos basta
con ese gozo y no precisamos de ninguna otra ganancia. Pero la poesía no solo
es belleza. La poesía a veces no es belleza.
En el día en el que comienza la primavera, amigos poetas,
dejadme que cante a las armas. Pero no a las armas que hacen las guerras, sino
a las que cambian el futuro, dejadme que os apunte al pecho con un arma
cargada, un arma que no busca hacer daño, sino que persigue la paz. No sé si
tendrá forma de clavel, de pupila azul o de oscura golondrina. Este arma es un
poema de Miguel Hernández, que ya apareció por aquí el año pasado, pero que por
desgracia no ha perdido actualidad:
Tristes guerras / si no es amor la empresa. / Tristes,
tristes. / Tristes armas / si no son las palabras. / Tristes, tristes. /
Tristes hombres / si no mueren de amores. / Tristes, tristes.